El momento que ha escogido Fernando Alonso para competir en la emblemática carrera de las 500 millas de Indianápolis me parecía nada más comenzar a escribir está entrada acertada, aunque segundos después, y tras rectificar algunos párrafos, me di cuenta de que quizás no sea tan buena idea.
Vayamos por partes. En primer lugar tenemos que pesar que el piloto español en la presente temporada de la Fórmula 1 tiene poco o nada que hacer y aunque Honda tenga preparada una evolución de su propulsor para incorporarla, si todo va bien, después de los tests de Baréin, los milagros señoras y señores míos no existen en el gran circo.
Para cuando el equipo anglosajón quiera dar un paso hacia delante el resto habrá dado uno y medio, con lo que alcanzarlos en la actual curso se torna del todo imposible.
El segundo punto interesante de está historia es el diseño angosto y cerrado de la prueba que coincide en el tiempo con las 500 Millas de Indianápolis, el Gran Premio de Mónaco.
Montecarlo quizás sea uno de los trazados más imprevisibles del mundial de la Fórmula 1, donde el piloto juega un papel crucial, y que además tener un coche con una velocidad punta alta no es fundamental para ganar la carrera.
Visto lo visto parece lógico pensar que quizás sea un trazado perfecto para que el MCL32 y Alonso puedan arriesgar y ganar nuevamente la archiconocida carrera, pero también es cierto que vencer en el principado no va a cambiar sustancialmente el desenlace en el campeonato del mundo.
Algunos han visto en la decisión del asturiano una espantada ante la desastrosa temporada de McLaren Honda este año, pero personalmente creo que es ahora cuando se puede permitir el lujo de hacer realidad un sueño, puesto que no sé juega nada y tiene el apoyo logístico de su escudería y de Andretti Motorsport para alcanzar esa meta.
En definitiva, creo que el movimiento de Alonso que ha sorprendido a medio mundo es inteligente, se le ha presentado la oportunidad, no tiene opciones de luchar por el mundial, y de proclamarse vencedor en Indianápolis estaría más cerca de repetir la hazaña que el caballero inglés, Graham Hill, alcanzó cuando obtuvo en 1972 la triple corona y que nadie más ha sido capaz de repetir.